domingo, 14 de febrero de 2016

Oscuras y sucias gafas de carnaval

Carnaval y alcohol, música y baile, todo el mundo apretujado. Gatos bailando con perros, osos polares con orcas, jirafas con leones. Nicolás Maduro al otro lado de la barra junto a Maléfica y  una chica del espacio que le pasa el porro a uno que va vestido de Camarón. La atmósfera del carnaval en el epicentro de los kioskitos es densa. Sigan Bailando, sigan bailando, sigan bailando, sigan bailando, sigan bailando; ¡qué sigan bailando!

Yo me escondo tras unas oscuras y sucias gafas que cada vez que me agacho a servirme una copa caen al suelo. Siempre me las vuelvo a colocar, consciente de que no veo nada con ellas puestas, ¡keep in the look!

La verdad es que me las dejo porque son las gafas de la invisibilidad, cuando me las pongo cambio de dimensión y me vuelvo trasparente. En ése estado todo es mucho más plástico, graciosito, vacilón.

La situación tiene tonos cálidos, nos desplazamos levitando, casi sin rozar el suelo. Y yo con las oscuras y sucias gafas puestas, mi vista echando horas extras. Como estaba tan borracha y no me daba cuenta, el cerebro, que es listísimo, me envió la señal de "stop glasses" en forma de dolor de cabeza, de los heavy metal, de los que parece que otras personas invisibles están jugando a fútbol con tu cabeza como balón.

Fui baja mucho antes de lo que el enrale me pedía, y me alejé de la loca burbuja del carnaval empezando a sentir nostalgia desde el primer paso que me distanciaba de la fiesta.

La clave está en no comer. Si comes se acabó.



¿Qué pasó Gat Guoman?