domingo, 17 de enero de 2016

La película favorita de mi hermano

A mi hermano mayor, de pequeño, le encantaban las películas de artes marciales. Una vez vimos todos juntos Karate Kid sentados en la cama de la habitación de mis padres cuando vivíamos en "La casa de La Capona". Mi hermano menor y yo sabíamos  lo que vendría luego: Al finalizar la peli, el mayor subiría a la azotea, se quitaría la camiseta y empezaría a entrenar llaves, golpeando el aire con su crazy arte marcial. Lo hacía siempre después de una de Jean Claude Van Dame, o Bruce Lee

     Se acaba Karate Kid, le hago una seña con la mano a mi hermano menor para que se calme y le de tiempo y espacio. El mayor sale de la habitación, pasa por su cuarto, recoge algunas cosas y se dirige a la azotea. Lo seguimos de puntillas sin hacer el menor ruido y nos ponemos a espiarlo desde la escalera.

     El nuevo Karate Kid del Tanque inicia su ritual: se quita la camiseta e inspira, para este ejercicio tomó del cajón dos cinturones de hebilla metálica que le servirían para ejercitar sus muñecas y precisión, haciéndolos girar a toda mecha. Sucedió lo inesperado: el nuevo Karate Kid en una milésima de segundo perdió la concentración y se dio un cintarazo en la espalda de padre y señor mío.

     Los espías rompimos a reír a carcajadas, descubriendo nuestra presencia ante el joven karateka, que al sentirse descubierto salió corriendo tras nosotros para descargar sobre nuestros cuerpos toda la impotencia de haber fallado el ejercicio. Nos metió una felpa...

     Y me dolió, y fijo que lloré, pero me da igual, los recuerdos fantásticos para toda la vida tienen  un precio.

     Hoy en día, él dice que esto que cuento nunca ocurrió, y no es karateca, es músico que es algo mucho más bonito.





miércoles, 6 de enero de 2016

La langosta


Demasiado, demasiada

determinante/pronombre indefinido
  1. Indica una cantidad, número, intensidad o grado mayor del necesario, del que se esperaba o del que se considera conveniente.
  2. adverbio (demasiadoIndica que la acción denotada por el verbo se produce en una intensidad o grado mayor del necesario, del que se esperaba o del que se considera conveniente.

   Pues eso, vuelven los días normales; por fin. Vuelven los días aburridos, sin muchos planes, sin tantas luces, sin tanto rojo y dorado por ahí. Todo volverá a su estado natural y yo lo agradezco. Los días normales, en general, tienen una luz más interesante y especial,  también me gustan sus sombras. Se acaba el exceso de los excesos: adiós al turrón, al jamón, al gambón, al polvorón..., al móvil pitando sin cesar recibiendo mensajes con imágenes de chistes sobre kilos de más, centímetros de más, buenos sentimientos de más. Fin a la alta disponibilidad.

   Los días normales son más sostenibles, tanto para el medio ambiente como para el ser humano. No sería sostenible vivir todo el año como en esta temporada que acabamos de pasar, las consecuencias se pagan: cuentas bancarias seriamente mermadas, cuerpos sometidos a estrictas dietas castigo para volver al peso ideal, y colas: colas para cambiar, o devolver, todo aquello que se compra haciendo cola.

   A pesar de todo, sería demasiado decir que todo ha sido malo,


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